Prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana: las extrañas cosas de la fe
El 24 de agosto de este año, el Día de la Independencia en Ucrania, su presidente Vladímir Zelenski firmó una ley que prohíbe todos "los grupos religiosos vinculados a Rusia". El objetivo principal es la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, la principal organización religiosa del país que, independientemente de las decisiones administrativas de los años 1990 (autonomía dentro del Patriarcado de Moscú) y del 2022 (su total independencia del Patriarcado de Moscú), tiene más de 1.000 años de historia.
El cristianismo ortodoxo fue adoptado como religión del primer Estado de los eslavos orientales en Kiev, su capital. El primer Estado eslavo se llamó Rus de Kiev, y su gobernante, el príncipe Vladímir, lo convirtió a la fe cristiana bautizándolo bajo los cerros de la orilla derecha del río sagrado Dniéper. Los eslavos orientales son representados hoy por tres pueblos: rusos, ucranianos y bielorrusos, que se entienden perfectamente en sus idiomas, representan diferentes versiones de la misma cultura y genéticamente no tienen entre sí ni la más mínima diferencia, aunque la propaganda oficial de Kiev, desde el golpe de Estado del Maidán en 2014, insista en que los ucranianos son "parte de la civilización europea" y no tienen nada que ver con "los bárbaros rusos".
Durante su discurso nocturno sobre esta ley, Zelenski dijo que "la ortodoxia ucraniana está dando hoy un paso hacia la liberación de los demonios de Moscú". La nueva ley otorga a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana nueve meses "para cortar los lazos con Rusia" o, de lo contrario, serán clausurados por orden judicial. Según esta ley, las actividades de la Iglesia Ortodoxa Rusa son "una extensión ideológica del régimen del Estado agresor y cómplice de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad". Durante la votación en el Parlamento ucraniano, 265 legisladores votaron a favor y 29 en contra.
El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) no ha dejado de acusar a la Iglesia Ortodoxa de difundir propaganda rusa a favor de Moscú y, desde el inicio del conflicto armado, ha abierto procesos penales contra más de 100 de sus clérigos. Casi 50 de ellos ya han sido acusados y 26 condenados.
La prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana por el régimen de Kiev es un acontecimiento previsible, inevitable y refleja plenamente la esencia de este gobierno. Lo sorprendente no es la prohibición, sino lo mucho que se retrasó. Después del golpe del Maidán esto podía haber sucedido en cualquier momento. La fe ortodoxa es demasiado rusa para tener derecho a existir en esta nueva Ucrania.
Como persona completamente laica, no tocaré aspectos religiosos de la noticia, los que para los ortodoxos fieles son absolutamente obvios. Es evidente que el pueblo ucraniano enfrenta ahora una fuerza forajida y fría que desprecia por igual lo humano y lo divino. Más allá de la persecución, golpizas y encarcelamiento de los sacerdotes que son tratados como prisioneros de guerra, la ley afecta en primer lugar a los más humildes e indefensos, es decir, a millones de jubilados que viven en la miseria y el miedo permanente, que tenían en la fe su único amparo.
La ley actual que abre las puertas a la prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, y al igual que la anterior prohibición de los símbolos comunistas en el país, tiene como objetivo, el mismo, querer quitarle al pueblo su memoria colectiva verdadera, que une inseparablemente desde siempre y para siempre a Ucrania con Rusia. Con la pequeña diferencia de que nuestras raíces ortodoxas se remontan a un tiempo histórico mucho más antiguo que el gran proyecto soviético.
Los valores e ideales cristianos y comunistas son espinas en la garganta de la bestia neoliberal que salta por el planeta de guerra en guerra, salpicando miedo. Cualquier espiritualidad humana es mucho más peligrosa para ella que todos los misiles del mundo juntos. Presenciamos un momento histórico, del intento de la cancelación no solo de Rusia, sino de toda espiritualidad y con ello, a la humanidad.
La prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, al igual que las recientes presentaciones pseudoartísticas en los Juegos Olímpicos de París, es una ruptura definitiva con la cultura y la historia europea y mundial.
Otro propósito de la prohibición de la Iglesia es regar los brotes de otra abominación: el antisemitismo ucraniano. Como parte de la glorificación que hace el poder a la cultura nazi, en un futuro previsible, se recogerá con gusto el eslogan de que fue "el judío Zelenski quien prohibió la Iglesia Ortodoxa" en nombre de la "liberación espiritual del país", revelando así el verdadero rumbo del proyecto Ucrania.
Además, hay otro detalle mucho menos conocido. Después de febrero del 2022, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana eliminó de su nombre la afiliación al Patriarcado de Moscú, lo que, sin embargo, no la salvó de la represión estatal. Es decir, en la Ucrania actual no existe legalmente ninguna rama de una Iglesia rusa, solo está la Iglesia Ortodoxa autónoma e independiente (desde el colapso de la URSS), que incluye a la gran mayoría de cristianos ortodoxos del país. Pero también existe la llamada Iglesia Ortodoxa de Ucrania, que fue creada en el 2018 por una decisión claramente política del Patriarca de Constantinopla. Pero ni los sacerdotes ni los feligreses se han pasado del lado de los cismáticos en estos seis años, por eso ahora las autoridades simplemente quieren prohibir las parroquias no deseadas y arrebatarles todas las iglesias y monasterios.
Está demostrado que ni los cristianos ortodoxos se convertirán voluntariamente en cismáticos ni mucho menos van a abandonar sus iglesias y templos, ni siquiera bajo la amenaza de ser perseguidos, por lo que esta nueva ley está creando una grave tensión social que se suma a los graves problemas del país colapsado. La reciente aprobación de esta ley ha provocado varias críticas no solo en Rusia, sino también en Occidente, por parte de políticos y líderes eclesiásticos, incluyendo al papa Francisco.
Hay varios jerarcas de la Iglesia canónica que se desvincularon de Moscú, incluso algunos condenaron al patriarca ruso Kirill, varios fueron arrestados y otros guardan silencio. Zelenski tiene la necesidad de demostrar a toda costa que ha derrotado por completo y en todos los ámbitos a Moscú. Pero sigue temiendo a la sombra de una 'quinta columna', que podría atacar por la retaguardia cuando las tropas rusas avancen hacia Kiev.
¿Temerá acaso al monje Elías de Pechersk (conocido como Ilyá Múromets), gran guerrero y héroe nacional de tiempos remotos (cuando este pueblo todavía no estaba dividido en rusos y ucranianos) y abrirá las puertas de la capital ucraniana al Ejército de Moscú? ¿Tiene miedo de que se levante de su tumba en el Monasterio de las Cuevas de Kiev y dirija el eterno regimiento de santos rusos? Exactamente, este es el mayor de sus miedos.
Les aterra lo que no figura ni se domina legalmente, pero que de hecho existe, sin permisos, todo lo espiritual y lo eterno. La unidad del pueblo ruso y la unidad de su Iglesia. Zelenski no le teme a una 'quinta columna', le teme a la espiritualidad, a la cultura y a la historia rusa. Lo que no se vence con dinero, ni con mentiras mediáticas, ni con leyes criminales.
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